La bomba hidráulica, junto con el termostato y el radiador, forma parte del sistema de refrigeración del vehículo y se encarga de hacer circular el fluido refrigerante a través de los conductos habilitados para este fin y alrededor del bloque motor, el radiador o la culata. Su misión es transportar el calor sobrante hacia el exterior. Además debe asegurar una obturación óptima para que no haya pérdidas de líquido refrigerante que puedan ocasionar calentamientos del motor.
Las bombas de agua originariamente eran de hierro, aunque en los vehículos más actuales suelen ser de aluminio fundido (como los motores). Están compuestas por una hélice conectada a una polea mediante un eje de rodamiento que, por norma general, se acciona a través de la correa de distribución, aunque en determinados modelos de vehículos se pueden encontrar bombas hidráulicas controladas por la correa de accesorio o servicio.
El eje armado y el cierre son los elementos más importantes de la bomba agua ya que de ellos depende la estanqueidad de la misma, y si cualquiera de estas partes fallara, podría dar lugar a un sobrecalentamiento del motor.
La función principal de la bomba hidráulica es, por tanto, asegurar una circulación constante del refrigerante y hacer posible que el sistema de refrigeración pueda mantener el equilibro térmico del motor.
Este proceso garantiza las condiciones adecuadas de funcionamiento del bloque motor para poder completar de manera óptima la combustión del carburante, elevar el rendimiento del vehículo, facilitar la eliminación de polución y potenciar la buena lubricación del motor.
La combustión que se produce en el interior de un motor térmico somete a las piezas mecánicas a temperaturas muy elevadas que aceleran su desgaste y acortan su vida útil. Si la bomba de agua dejara de funcionar, o se rompieran las paletas de su hélice, esa subida brusca de la temperatura podría traducirse, con facilidad, en una avería que comúnmente se conoce como “motor gripado”.
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