La metáfora del torrezno y el lubricante

Hace años que realizo sesiones de formación sobre lubricantes a mecánicos. En la introducción suelo explicar el origen de la materia prima para hacer lubricantes. Con el fin de hacer entender una temática un tanto intangible de una manera más visual, me gusta hacer un paralelismo metafórico entre el cerdo y el petróleo.

Si del cerdo hasta los andares, del petróleo se podría decir que se aprovechan...¡hasta sus gases!

El punto en común de aprovechamiento total que tienen estos dos frutos de la naturaleza tan diferentes como el cerdo y el petróleo, sirve para ilustrar la crisis que está sufriendo el sector de los lubricantes.

Aunque del cerdo se aproveche todo, obviamente no todas sus partes tienen el mismo valor ni la misma demanda. Se crían y se matan cerdos, porque hay consumo principalmente de jamones, lomo o chuletas. Haciendo el símil petrolífero, se extrae y se refina crudo porque hay demanda de gasolina, queroseno, fuel… Es decir porque hay demanda de los combustibles fósiles.

Dentro de un súper sector como el petrolero, el lubricante ocupa un espacio menor. No se refina crudo con el fin principal de obtener bases para hacer lubricantes. Se refina crudo para obtener combustibles, que es la parte más valiosa y demandada. Y como consecuencia de este proceso industrial, obtenemos otros subproductos de menor interés para la industria, como las bases para poder fabricar lubricantes.

Por tanto, hay que reconocer que el sector de los lubricantes es un actor menor dentro del mundo del petrolero.

Haciendo una semejanza, el lubricante ocupa en el sector del petróleo lo que la panceta en el sector del cerdo.

Más allá del nivel usuario, no soy un gran entendido del sector del gorrino, pero me hago la idea de que debe de haber una cierta correlación entre la demanda de jamones y los kilos de panceta disponibles en el mercado. Dado que la demanda de jamón debe superar a la de panceta, si nuestro negocio fuera una fábrica de torreznos, con relativa facilidad encontraríamos en el mercado suficientes kilos para elaborar nuestro producto final.

Entendemos, por tanto, que se sacrifican cerdos principalmente por sus jamones y no por su panceta, al igual que se extrae petróleo por la posibilidad de fabricar combustibles y no por la de hacer bases de lubricantes.

Aceptando este símil como válido, ¿Qué pasaría en un escenario en el que la demanda de jamones cayera? ¿Continuarían los mataderos sacrificando cerdos al mismo ritmo? Cabe suponer que ante una bajada abrupta de los encargos del producto más noble, se reduciría su sacrificio con el fin de ajustar la matanza de cerdos a la demanda real de jamones.

Sustituyamos ahora jamones por combustibles. Ante una demanda inferior de combustibles por parte de aerolíneas, particulares que teletrabajan, de cruceros, autobuses que trasladan turistas… ¿Se refina crudo al mismo ritmo? Obviamente que no, la extracción y la refinación de crudo han disminuido su producción con el fin de ajustar la oferta y la demanda de combustibles y evitar una caída de precios por saturación de oferta en el mercado.

Ante un hecho como el descrito…¿Qué pasaría con nuestra empresa de torreznos? Pues que de golpe y porrazo se encuentra que su materia prima comienza a escasear en las lonjas de carne, que la persona encargada de las compras acude a las subastas y cada día tiene que pujar más alto por la panceta si quiere tener abastecida su fábrica de materia prima.  

Del párrafo anterior, remplazamos ahora “empresa de torreznos” por “fábrica de lubricantes”, y las “pujas en las lonjas de carne” por “mercados internacionales de bases SPOT” y ya tenemos adaptada la metáfora del marrano a nuestra industria de la lubricación.

Nos podemos hacer la idea de que estamos ante una tormenta perfecta que tensiona los costes al alza: demanda de lubricante a nivel internacional es estable y por encima de niveles anteriores a la pandemia, mientras que los niveles de disponibilidad de materia prima son inferiores.

Ante esta ecuación la industria de los lubricantes se enfrenta a tener que transferir el incremento de costes a la distribución. Las alternativas son la bancarrota empresarial o la ruptura del suministro.

Los clientes preguntan hasta cuándo va a seguir esta dinámica. Nadie tiene una respuesta cierta y el que asevera con rotundidad que el fin está cerca, habla porque tiene boca. El precio solamente se va a estabilizar o bajar en cuanto haya más demanda de combustibles: más vuelos transoceánicos, más cruceros, más desplazamientos en general.

Metafóricamente, bajará el precio de torrezno cuando se coma más jamón.

Si del cerdo hasta los andares, del petróleo se podría decir que se aprovechan ¡hasta sus gases!

Artículo de Salvador Llombart 

Fuente: Infotaller
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