Así son los impresionantes cementerios de coches eléctricos en China

Desde 2019 en China se acumulan miles de coches eléctricos casi nuevos en distintas ciudades del país y los motivos detrás dan mucho de qué hablar.


El abandono se manifiesta de distintas formas y podría decirse que es uno de los lugares comunes que todos atraviesan, como responsable o como víctima, al menos una vez, pero posiblemente múltiples veces a lo largo de la vida. Se abandonan lugares, profesiones, ideas, vocaciones y objetos a diario. En China en concreto, hace unos años se abandonan masivamente coches eléctricos.

De acuerdo con Bloomberg, el fenómeno se empezó a ver en 2019 y se repite en docenas de ciudades del país asiático. Tiene una explicación racional. Sin embargo, las imágenes de campos con cientos de vehículos en buen estado completamente huérfanos, algunos con peluches en sus tableros, exponen brutalmente la efimeridad del presente y la inevitabilidad del cambio, y generan algo parecido a un escalofrío nostálgico.

Uno de los puntos que llama la atención de las fotos que se difundieron alrededor del mundo es que los coches que se alojan indefinidamente en estos descampados chinos tienen un patrón común: son modelos modernos, en tonos de carrocería claros y, hoy se sabe, son exmiembros de flotas de empresas de carsharing.


Sucede que hace poco más de una década, impulsados por subsidios gubernamentales, cientos de fabricantes chinos se metieron en el negocio de la movilidad eléctrica para sacar provecho de la oportunidad.


Las políticas gubernamentales afectaba a ambas partes: fabricantes y clientes. Por un lado había un sistema de créditos que recompensaba al fabricante de coches eléctricos y penalizaba la fabricación de autos de alto consumo de combustibles tradicionales. Por otro, había subsidios de hasta 60.000 yuanes (US$8.400) por vehículo y, en ciertas ciudades, se impuso la restricción para los coches tradicionales a combustión.


Hubo hasta empresas que, para aprovechar el programa de subsidios, falsificaron registros de vehículos eléctricos y, por ejemplo, producían chasis vacíos sin baterías, o baterías que no cumplían con los estándares. El People’s Daily reveló que en 2016 hubo decenas de fraudes de empresas que reclamaron más de 9300 millones de yuanes (US$1300 millones) en subsidios. En consecuencia, Beijing empezó a recortar los subsidios que había empezado a ofrecer y, ante un nuevo cambio repentino de políticas, muchas empresas que no encontraron una forma de mantenerse a flote, quedaron varadas.


Con el diario del lunes, varios actores hubieran hecho las cosas un poco diferentes, porque el negocio del carsharing nunca alcanzó su clímax y esto llevó a múltiples compañías a la bancarrota. De hecho, de los más de 500 fabricantes chinos de coches eléctricos que competían en 2019, hoy quedan alrededor de 100 activos.


Excesos prematuros

Las políticas de incentivo de cara a la movilidad eléctrica generaron un boom que en poco tiempo llevó al gigante asiático a representar el 60% de la flota eléctrica del mundo y a desarrollar la infraestructura de carga más amplia existente; un ritmo productivo que mantiene hasta el día de hoy: solo en 2022 fabricó seis millones de rodados eléctricos e híbridos enchufables.

Sin embargo, no todo lo eléctrico es sostenible, y a la sobreproducción de EVs (vehículos eléctricos, en inglés) de China no la acompañó la demanda. Posiblemente, a los compradores no se les engaña tan facilmente.


El de los cementerios de coches eléctricos no es el primer caso de abandono masivo como consecuencia de una producción frenética. En 2018, Wu Guoyong, un fotógrafo con sede en Shenzhen, fue de los primeros en documentar este tipo de desperdicio industrial cuando fotografió con drones pilas de bicicletas, originalmente pensadas para formar parte de un sistema de pedaleo compartido que se tradujo en millones de ejemplares tirados en zanjas, ríos y estacionamientos.

En definitiva, con ambos ejemplos se aprecia una representación de las dinámicas de consumo de un mundo cada vez más acelerado y competitivo, en el que prima la obsolescencia programada y no el bien del planeta como nos quieren vender en Europa y en España.


Ahora nos venden aquí los coches eléctricos chinos como una ganga. Ni los de aquí, ni los chinos son el presente, como vemos.


Cada uno con los datos, que saque sus propias conclusiones.


Nuestra conclusión:

 “Cuando las barbas de tu vecino veas quemar, echa las tuyas a remojar




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